Por José Agustín Solís
Ryan Gosling no es solo un actor. Es una presencia. Es una silueta caminando en la penumbra con un palillo en la boca, una chaqueta satinada y una mirada que lo dice todo sin decir nada. Pero, sobre todo, Ryan Gosling es él. Y para muchos jóvenes de esta era, es literalmente él.
En los últimos años, Gosling ha sido catapultado más allá del estrellato cinematográfico hacia una categoría más etérea: la del ícono generacional. No por premios ni taquillas, sino por convertirse en el avatar perfecto del movimiento «soy ese» (I’m literally him). Una corriente que mezcla humor, nostalgia, masculinidad contenida y un deseo silencioso de destacar sin gritar.
Aunque Ryan Gosling ha sido una figura prominente desde los 2000s, con películas como The Notebook, su salto al Olimpo del internet vino con Drive (2011). En esa película, su personaje -casi sin nombre, casi sin diálogo- es una mezcla entre misterio, violencia y ternura reprimida. La estética sobria, el silencio como lenguaje, y la chaqueta con el escorpión en la espalda crearon una figura arquetípica: el guy.
Con el tiempo, la figura de Gosling fue reciclada por los usuarios de redes sociales para representar un tipo muy específico de fantasía masculina: alguien que es deseado sin intentarlo, profundo sin hablar demasiado, dañado pero funcional, y sobre todo, estéticamente coherente.
Parte del atractivo de Gosling es que representa una masculinidad que no necesita imponerse. En Blade Runner 2049, su interpretación de K -un replicante que busca sentido en un mundo que constantemente le niega la humanidad- se convirtió en un nuevo hito del meme existencial. Capturas de pantalla con frases como «you look lonely» y «I can fix that» se convirtieron en mantras digitales de toda una generación.
El tono melancólico de esas escenas, la música de fondo, el pacing lento, todo contribuye a un sentimiento de introspección que resuena con quienes se sienten desconectados, ya sea por la tecnología, la presión social o simplemente el paso del tiempo. Gosling es ese man que también se sienta a pensar en el techo mientras suena The Weeknd de fondo.
El meme «soy ese» es gracioso por lo exagerado, pero también es un espejo de la forma en que muchos hombres jóvenes procesan sus emociones hoy día. En un mundo donde la vulnerabilidad masculina todavía es estigmatizada, Gosling se convierte en un punto medio aceptable: alguien que sufre, pero lo hace con estilo. Alguien que se siente solo, pero se ve cool haciéndolo.
No es casualidad que muchos de los edits y reels virales con Gosling vengan acompañados de música de Deftones, Radiohead, Kanye West o Gesaffelstein. Hay una curaduría estética que envuelve la tristeza y la soledad en una imagen pulida, aspiracional. Es una tristeza con paleta de colores cian y magenta, lluvia de fondo y frases crípticas.
Gosling no es un macho alfa, ni un simp, ni un tipo promedio. Es un personaje contenido, que sugiere más de lo que dice. Y eso conecta con una gran masa de jóvenes que no se identifican con los extremos. Él representa al que escucha, al que piensa, al que camina solo sin necesariamente estar roto.
Su expresión facial estática se ha convertido en la plantilla para una generación que lidia con el sobreanálisis constante de su lugar en el mundo. En un mundo saturado de opiniones, Gosling es el silencio elegante. Y eso, paradójicamente, habla muy fuerte.
Películas como La La Land mostraron otra cara de Gosling: la del romántico frustrado, el artista incomprendido, el hombre que ama pero no puede sostener lo que ama. Y aún así, su figura no se debilitó. Al contrario, sumó matices al mito. Porque si algo define al «him», es que puede fracasar, pero nunca se ve patético haciéndolo.
Incluso en Barbie (2023), donde se reía de sí mismo como Ken, Gosling demostró que puede ser parte del meme sin perder esencia. Su Kenergy fue otro pico de viralidad, demostrando que no importa cuánto lo ridiculicen: Ryan Gosling siempre cae de pie.
Ryan Gosling se convirtió en una especie de lienzo emocional para toda una generación. Y aunque él probablemente esté en su casa tranquilamente con su familia sin enterarse de la mitad de los memes que lo coronan, su imagen se mantiene viva como referencia, como espejo y como aspiración.
No todos los hombres quieren ser Ryan Gosling. Pero todos, en algún momento, han deseado sentirse como él se ve: tranquilo en el caos, elegante en la confusión, triste pero estético. Por eso, cuando vemos una imagen suya con una fuente blanca bold y fondo borroso, no podemos evitar pensar: soy ese.