Todos los pueblos han tenido a lo largo de su historia momentos de desmesura

Por Antonio de Lorenzo

Los egipcios celebraban hace 4.000 años las fiestas del Buey Apis en Menfis, donde la multitud observaba el disco de oro entre los cuernos del buey sagrado. Cuando los últimos rayos del atardecer se reflejaban en él, daba comienzo una ruidosa fiesta en la que todo estaba permitido.

Los hebreos festejaban el Purim para conmemorar la caída de Amán, ministro del rey persa Asuero, según el libro bíblico de Ester, 500 años antes de Cristo. Los griegos organizaban celebraciones en honor a Dionisio, presididas por la tolerancia y la igualdad entre todos los hombres durante esos días.

Los romanos, herederos de la tradición griega, transformaron a Dionisio en el dios Baco, cuyas fiestas coincidían con el actual carnaval. Durante su celebración, las bacantes o sacerdotisas de Baco corrían medio desnudas por los campos, con el pelo suelto y antorchas en mano, mientras una multitud disfrazada de ninfas y sátiros los seguía con rostros embadurnados con posos del vino. Las Lupercales romanas, celebradas a mediados de febrero, honraban al dios Fauno con ritos de fertilidad en los que los sacerdotes golpeaban a las mujeres con correas hechas de piel de cabra, creyendo que así asegurarían su fertilidad.

En España, el carnaval puede ser una herencia romana, una continuación inconsciente de aquellos ritos y celebraciones que tanto amaba el pueblo. La Península Ibérica, fuertemente romanizada, preservó estos recuerdos colectivos, que con la posterior cristianización se entrelazaron con festividades religiosas. Incluso la cristiandad medieval tuvo su «Fiesta de los Locos», de origen pagano, que, junto con otras festividades grecolatinas, ayudó a perfilar el carnaval y su auge en el Renacimiento.

En San Sebastián, la multitudinaria cabalgata de carnaval recibe a Momo, dios de la risa, con charangas y comparsas. La literatura medieval atestigua la popularidad del carnaval, como se observa en El Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita o en las obras de Juan del Encina.

¿Cuándo comienza el carnaval?

En el antiguo reino de Aragón se decía: «Por Sant Antón, carnestoldes ya son«.

Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), menciona que el «antruejo» se celebraba en algunas regiones desde enero, mientras que en otras, por San Antón. El carnaval precede a la Cuaresma, período de 40 días de ayuno antes de la Pascua. La propia etimología del término lo refleja: carnaval proviene del italiano carne levare (retirar la carne), mientras que en castellano antiguo se utilizaba antruejo, del latín introitum (entrada), ya que el carnaval daba inicio a la Cuaresma. Su denominación moderna se impuso en el Renacimiento, influida por el prestigioso carnaval de Venecia.

La resistencia del carnaval a desaparecer se debe a su espíritu pagano, profundamente enraizado en la tradición clásica. En algunos lugares, las celebraciones se vinculan con la Candelaria (1 de febrero) o San Blas, cuando ya asoman los disfraces y figuras grotescas propias de la fiesta. Su culminación ocurre el Martes de Carnaval, aunque se considera que su inicio es el Jueves Gordo y finaliza con el Miércoles de Ceniza.

Las máscaras desempeñan un papel crucial en el Carnaval, permitiendo al individuo ocultarse y protegerse. Basta con tiznarse el rostro con barro o harina, aunque algunas máscaras, como las de Pixeiros y Verín, en Orense, alcanzan niveles de verdadero arte. La imaginación festiva llega a veces a la extravagancia e incluso a la irreverencia, pero el espíritu de transgresión inherente al carnaval todo lo permite, sin que haya necesidad de romper normas establecidas.

El carnaval se celebra en numerosas localidades españolas, de norte a sur y de este a oeste: Miguelturra, Buches y Diabletes, Botangas y Mascaritas, Pero Palo, Los Felos y muchas otras.

Nos despedimos con la cita de Juan del Encina en su Segunda Égloga del Antruejo (finales del siglo XV):

«Hoy comamos y bebamos,
cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos
«

Por tanto, el Carnaval es mucho más que una festividad: es un reflejo de la historia, la cultura y la identidad de los pueblos.

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