Por Duaa Naciri Chraih
Cuando escuchamos la palabra menopausia, casi todos pensamos en mujeres. Es lógico, porque es un proceso muy visible y del que se ha hablado mucho. Pero lo cierto es que los hombres también pasan por algo parecido, aunque casi nadie lo mencione. Se le llama andropausia o menopausia masculina, y no es un invento moderno: ocurre de verdad, solo que de manera más silenciosa.
En los hombres, los cambios no aparecen de golpe, como suele pasar en las mujeres, sino poco a poco. Por eso cuesta más detectarlos. A partir de los 40 o 50 años es normal que la testosterona, esa hormona tan ligada a la energía, el deseo sexual o el estado de ánimo empiece a bajar. Y cuando eso ocurre, aparecen síntomas que a veces se confunden con “me estoy haciendo mayor”. Más cansancio, menos ganas de mantener relaciones, problemas de sueño, cambios de humor o incluso aumento de peso. En algunos casos, los sudores nocturnos recuerdan mucho a los sofocos de la menopausia femenina.
El problema es que casi nadie habla de esto. Muchos hombres sienten vergüenza, lo ven como un signo de debilidad o piensan que admitirlo es perder masculinidad. Así, lo que debería afrontarse con naturalidad termina escondido. Y cuando se vive en silencio, se sufre más. Lo curioso es que, con un simple análisis de sangre, los médicos pueden medir la testosterona y ayudar a entender qué está pasando. A partir de ahí, hay opciones. Algunas personas necesitan un tratamiento hormonal bajo control médico, pero en muchos casos basta con hacer cambios en el estilo de vida, como practicar deporte con regularidad, cuidar la alimentación, dormir lo suficiente y reducir el consumo de alcohol o tabaco, y aunque parezcan cosas sencillas, marcan una gran diferencia. La parte emocional también tiene mucho peso porque reconocer que algo está cambiando, hablarlo en casa y pedir apoyo son pasos que ayudan más de lo que se piensa, y a veces lo que realmente se necesita no es un fármaco, sino sentirse acompañado, ya que este proceso no debería entenderse como un final, sino como una transición natural, igual que las mujeres atraviesan la menopausia y continúan con sus vidas, los hombres también pueden pasar la andropausia de forma saludable e incluso descubrir en ella una oportunidad para cuidarse más y replantearse sus prioridades, lo que demuestra que, en realidad, lo que hace falta es un cambio de mirada.
La andropausia no es una enfermedad ni significa que todo se acaba. Es parte de la vida, un recordatorio de que el cuerpo cambia con los años, pero también de que hay margen para vivir con calidad. Muchos hombres descubren en esta etapa nuevas formas de disfrutar: actividades que antes no tenían tiempo de hacer, más espacio para estar con la familia, o simplemente el gusto de cuidarse de otra manera.
Lo preocupante es que todavía pesa mucho el silencio. Mientras que la menopausia femenina ya forma parte de la conversación social y se ha ganado un espacio en la medicina y en los medios, la masculina sigue siendo un tema secundario. Por eso es tan importante normalizarla, hablar de ella y entender que es algo que le ocurre a millones de hombres en el mundo. No se trata de exagerar ni de dramatizar, sino de darle el lugar que merece para que nadie sienta que está pasando por esto solo.
Al fin y al cabo, la vida está hecha de etapas. Algunas llegan de golpe, otras de manera lenta, casi sin que nos demos cuenta. La andropausia pertenece a estas últimas. Pero reconocerla, ponerle nombre y aprender a convivir con ella es la mejor manera de quitarle peso. Porque no se trata de rendirse ante los cambios, sino de adaptarse. Y aunque a veces cueste aceptarlo, cuidarse, hablarlo y pedir ayuda no es perder nada, sino ganar calidad de vida. Lo que antes se veía como una curiosidad médica o un tema incómodo empieza a abrirse camino en la conversación pública. Y es necesario. La menopausia masculina existe y afecta tanto en lo físico como en lo emocional, pero con la información adecuada puede vivirse con calma, y quizá la clave esté en dejar atrás los silencios y hablar del tema abiertamente, porque cuidarse nunca ha sido un signo de debilidad, sino todo lo contrario: es una muestra de fortaleza y de respeto hacia uno mismo.
