martes, octubre 8, 2024

Una toma de contacto con el mundo sexual del Antiguo Egipto

Por Hipólito Pecci www.reflejosdelpasado.com

Con la entrada de las tropas de Napoleón en Egipto (1798-1801) se abriría, progresivamente, un nuevo mundo para los ojos occidentales.

Los misterios y secretos del Valle del Nilo iban a brotar en toda su plenitud.

La “Egiptomanía” se fue extendiendo por el Viejo Continente, haciéndose familiares personajes como Akhenatón, Ramsés II, Nefertiti, etc., y es así como se asistió al nacimiento de una nueva ciencia, la Egiptología.

Sin embargo, en este nuevo mundo egipcio existía una faceta vital que pasaba un tanto desapercibida, bien por falta de datos, o bien por ser un aspecto un tanto peliagudo, un matiz embarazoso del espacio cotidiano para los investigadores, tanto del siglo XIX, como de la primera mitad de la centuria siguiente.

No era otro que la vida sexual de los antiguos moradores de Kemet.

La visión del universo erótico egipcio nos ha llegado a través de fuentes exógenas, personajes alejados en el tiempo, que, en algunos casos, poseían innegables intereses políticos, como se evidencia en los autores romanos durante los decenios finales del siglo I a. C. en sus ataques a Cleopatra VII (69 a. C.-30 a. C.).

A ellos se sumarían, siglos más tarde, viajeros, artistas y escritores, los cuales, imbuidos de la moral propia de la época, principalmente los siglos XVIII y XIX, contribuyeron a distorsionar la realidad de las cosas, escenario apoyado, posteriormente, por la nueva tecnología surgida a finales de 1895, y que tendría un rápido predicamento, pasando a conocerse como “Séptimo Arte”, el cual continuaría, de cierta forma, expandiendo la idea de la sociedad un tanto “libertina” del Antiguo Egipto.

Es cierto que la documentación no es muy pródiga en cuanto al ámbito sexual se refiere, no obstante, la existencia de diferentes testimonios, tanto gráficos, como formando parte de figuras y pinturas nos acercan, en la medida de lo posible, a esta faceta de la vida privada.

En consecuencia, nos encontramos con diferentes creaciones literarias en las que el eje central no es otro que el adulterio, tal como recoge, por ejemplo, el Papiro Westcar, descubierto a finales de la centuria de 1800 y emplazado en el Museo Nuevo de Berlín.

El contenido, formado por varios cuentos confeccionados en la Dinastía XII, nos refiere, en uno de ellos, una historia de traición conyugal, en la que la mujer se convertía en la protagonista de una infidelidad hacia su marido, el jefe-lector Ubaoné.

Este escenario es idéntico al que se desarrolla en el Papiro D’Orbiney, también conocido como el “Cuento de los dos hermanos”. Datado la XIX Dinastía y actualmente en el Museo Británico, narra una situación similar, con el intento de seducción de una mujer hacia su cuñado.

A pesar de los siglos transcurridos entre uno y otro, se refleja como el castigo aplicado en ambos casos, es idéntico, la muerte, si bien, en el texto del Reino Nuevo, el perseguido pudo escapar.

El significado de este final no se puede entender como un trato vejatorio u ofensivo hacia la mujer, ya que los estudios llevados a cabo expresan una cierta libertad femenina, aunque se desconoce si llegando a considerarse una total igualdad con el hombre.

Son manifiestos una serie de derechos, quizás inimaginables en otras sociedades coetáneas, como el disfrute de herencias, bienes y tierras, la posibilidad de divorcio en ciertos casos, etc.

Otros modelos de textos dejan entrever distintos aspectos de las comunicaciones personales a través de escritos de contenido erótico, fundamentalmente dirigidos a jóvenes:

“¡Ah! Ojalá fuese yo su sirvienta negra, la que le lava los pies, pues entonces podría ver la piel de todo su cuerpo entero”
“Mi amor, qué dulce es ir al estanque a bañarme ante ti y mostrarte mi belleza en una camisa del más fino lienzo, mojada. Me sumergiré contigo y volveré a subir con un pez rojo, tan lindo, entre mis dedos. Ven y mírame”

Por otra parte, en los escritos de contenido médico que reúnen variadas patologías, no faltan las de tipología venérea.

En esta última línea, el Papiro (o papiros) de Lahun, datado a la altura de la Dinastía XII, hacia el 1800 a. C., reúne, entre otras cosas, recetas y remedios con los que hacer frente a enfermedades y males que atacan a los órganos sexuales, fundamentalmente femeninos, así como temas ligados al embarazo y los métodos anticonceptivos.

El otro modelo que se puede citar es el famosísimo papiro Ebers, un arquetipo de vademécum elaborado unos tres siglos más tarde, y actualmente depositado en la Universidad de Leipzig (Alemania), y que, igualmente, recogía enfermedades propias de la mujer y materias vinculadas al embarazo y la anticoncepción.

Ambos aluden a diferentes mezcolanzas de sustancias, heces, miel, natrón, leche, resinas, etc., como prevención para evitar embarazos, a la posición de las parturientas en cuclillas y su atención por parte de comadronas, la circuncisión en el hombre, etc.

Pero, la fuente más explícita para la toma de contacto con el mundo sexual, es el papiro 55001, o “Papiro erótico de Turín”.

Esta narración, que algunos investigadores han querido ver como un manual erótico del Imperio Nuevo, fue descubierto en Deir el-Medina durante los primeros decenios del siglo XIX y en la actualidad se encuentra en el Museo Egipcio de Turín, si bien, su contemplación no se pudo llevar a cabo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, ya que, anteriormente, el acceso únicamente estaba permitido a hombres, siempre y cuando su interés fuera meramente científico.

Está compuesto por doce pasajes en donde los personajes aparecen practicando sexo de forma tan clara, tan abierta, que no se deja nada a la imaginación.

En estas ilustraciones surgen hombres y mujeres en diferentes posturas amatorias, algunas de ellas muy acrobáticas, mientras que otras son bastante tradicionales, como puede ser la postura a tergo, es decir, penetración por la parte posterior, aunque con un denominador común, el amante posee un miembro viril bastante desarrollado, lo que ha llevado a pensar en la existencia de un complemento irónico, un toque divertido en la tarea.

Algunos investigadores han sugerido cierta relación del protagonista con el sacerdocio, lo que daría trazas de religiosidad al conjunto, pues hay que tener presente que, dentro de la esfera religiosa, el elemento sexual es fundamental, siendo perceptible ya desde los mismos mitos de la creación.

No podemos finalizar este paseo sin hacer referencia a los diferentes ostraca (fragmentos cerámicos o de piedra, usados para dibujar, escribir, etc.) que exhiben ilustraciones “subidas de tono”, teniendo una función, quizás, de revistas pornográficas para los trabajadores que pasaban un tiempo alejados de sus mujeres.

En fin…vemos que las necesidades primarias, pase el tiempo que pase, no han cambiado en nada.

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