A Nolan se le vuelve a ir la mano

Por Javier Cuenca

Que Christopher Nolan es un cineasta con tendencia a la megalomanía, al exceso e incluso a cierta pretenciosidad es algo que ya sabíamos desde hace tiempo. Pero también es cierto que a veces su propensión a rizar el rizo, a tensar la cuerda con peligro de romperla, le ha salido más o menos atinada en algunas ocasiones. Reconozcámosle, por ejemplo, la compleja originalidad de “Memento” (2000), la puesta al día del personaje de Batman o la pirueta espaciotemporal de “Interstellar” (2014), pero admitamos igualmente el efectismo de “El truco final” (2006) o los derrapes egomaníacos de “Origen” (2010).

“Oppenheimer”

Dirección: Christopher Nolan

Intérpretes: Cillian Murphy, Emily Blunt, Robert Downey Jr., Matt Damon, Josh Hartnett.

Género: Drama.

Duración: 180 minutos.

El bueno de Christopher, a quien no le arredran los retos, ha posado esta vez su mirada nada menos que en el físico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica. Interesante premisa. Lo que se pretende contar aquí es cómo Oppenheimer fue requerido por el Pentágono para dirigir el Proyecto Manhattan, los ensayos nucleares de la bomba atómica que posteriormente se haría estallar sobre las ciudades niponas de Iroshima y Nagasaki, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. Asistimos igualmente a los conflictos morales del científico, a su posterior arrepentimiento y caída en desgracia al cuestionar la utilización de esa bomba por parte de su país.

Para contarlo, Nolan elige la técnica de ir moviéndose a través del tiempo. Es decir, la película parte de un presente, los años cincuenta, en que Oppenheimer está siendo investigado por su presunto antipatriotismo, al tiempo que se nos va narrando el pasado del físico, especialmente la creación de la bomba atómica.

He aquí, pues, el fondo del asunto, al que no tengo nada que objetar. Mis problemas empiezan con la forma de contar todo esto, con el estilo marca de la casa Nolan: es decir, continuos saltos en el tiempo (ya saben, eso con lo que tanto le gusta jugar a este cineasta en sus películas), un estilo adrenalínico que a veces resulta atropellado y una banda sonora constante que, tal y como me ocurrió en “Dunkerque” (2017), acaba haciéndoseme molestamente machacona.

Tales alardes de originalidad, unidos a un metraje excesivo de tres horas del ala, consiguen dejarme exhausto ante una película pasada de rosca, a la que Nolan le ha sustraído el alma que podría tener una historia tan interesante. Llegados a este punto, quizá sea buen momento para revisar un filme titulado “Creadores de sombras” (1989) y dirigido por Roland Joffé, el de “La Misión”, subestimado en su momento por la crítica y que me parece más atinado que esta. Claro que hablamos de un realizador más apegado al clasicismo, a otra forma de contar más sobria, y no a un modernísimo con ínfulas de autor revolucionario. Son cosas distintas, ya se sabe.

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