martes, septiembre 10, 2024

Algo de oxígeno para la franquicia, pero no el suficiente

Por Javier Cuenca

Parecía que la saga “Alien” ya había agotado todos sus recursos narrativos. Cuatro entregas más o menos lineales, de las cuales la primera de 1979 sigue reinando en el imaginario popular con absoluta soltura, dos precuelas poco afortunadas y algún otro ejercicio rocambolesco que ni siquiera merece ser reseñado dan fe de que el bicho tenía cuerda para rato, aunque sus posibilidades ya estaban más que explotadas. Pues no es así.

“Alien: Romulus”

Dirección: Fede Álvarez

Intérpretes: Cailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn.

Género: Ciencia ficción.

Duración: 119 minutos.

Fede Álvarez, ese realizador con nombre y apellido hispanos que ya demostrara su devoción por el cine de terror ochentero haciéndose cargo del remake de Posesión infernal (1981), el título de culto de Sam Raimi, recoge ahora el testigo de Ridley Scott (que asume aquí únicamente labores de productor) con la loable intención, suponemos, de insuflar algo de oxígeno a la franquicia del xenomorfo.

Situada temporalmente entre la primera y la segunda entrega de la saga, “Alien: Romulus” pone el foco en un grupo de chicos que, cansados de sufrir penurias económicas, deciden apoderarse de unas cámaras de criostasis en una nave espacial abandonada que les permitan viajar al planeta Yvaga en busca de mejor fortuna. Pero no cuentan con que en esa nave se van a topar con algo que no esperaban. ¿Adivinan qué?

Álvarez cuenta con un buen pulso narrativo y sabe lo que se trae entre manos. La película tiene un buen arranque, posee cierta atmósfera y logra producirme alguna inquietud a lo largo de su primer tercio. A partir de ahí, es decir, cuando aparece el bicho, la cosa ya adquiere otro matiz. Todo me suena a ya visto anteriormente. Ya saben: corre que te pilla el monstruo, cuidado que no te enganche y parasite en tu interior, etc, etc.

Y es que el cineasta de nombre y apellido latinísimos no se priva de realizar guiños al filme de 1979, teniéndolo muy presente en todo momento e imprimiendo de paso a su obra un sello de presunta modernidad. En ese sentido, he de presumirle poderío visual, capacidad para epatar al espectador con secuencias impactantes, pero también, y he aquí el principal problema, ausencia de originalidad en un argumento que, pasado ese primer tercio, se limita a exprimir con delectación una fórmula ya agotada y rutinaria. Me entretengo moderadamente, pero me decepciona tanta reiteración de lo obvio.

Dentro de algún tiempo, quizá convenga regresar a esta película y tratar de encontrar en ella algún motivo que permita justificar su pertinencia dentro de una saga tan poco proclive ya a las sorpresas o las vueltas de tuerca. Es posible que entonces logremos atisbar en ella algún rasgo de ingenio o simplemente nos quedemos como estábamos. Ya se verá.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

logo-diario-mas-noticias
Recibe las  últimas noticias

Suscríbete a nuestra newsletter semanal