Arantxa Uría. Hacer visible lo invisible: cuando el deporte femenino pide cancha

Por Duaa Naciri Chraih

A veces, el compromiso surge de donde menos se espera. Arantxa Uría no soñaba con ser la voz de miles de mujeres deportistas cuando empezó a estudiar Derecho. Tampoco le gustaba el fútbol, confiesa entre risas. Sin embargo, la vida la llevó a un despacho donde el balón rodaba más allá del campo: en los contratos, en los convenios y en los derechos que, demasiadas veces, quedaban en segundo plano.

Hoy, como vicepresidenta de la Asociación de Mujeres para el Deporte Profesional, repite una idea tan sencilla como incómoda: “Basta con que se cumpla la ley”. Lo dice con la calma de quien sabe que, a pesar de que el fútbol femenino ha ganado terreno en titulares y audiencias, la igualdad real aún no se juega en los estadios, sino en los despachos y pasillos donde se deciden horarios, salarios y derechos básicos.

Su trayectoria no empezó con una pasión por el deporte, sino con la convicción de que podía aportar su parte para cambiarlo desde dentro. “Vi que había mucho que hacer y que con argumentos solos no bastaba”, explica. Por eso fundó UriaXait, un proyecto que combina la inteligencia artificial y la recopilación de datos para visibilizar carencias que, hasta ahora, eran poco menos que anecdóticas. Desde la falta de luz en la entrada de un vestuario hasta la inexistencia de protocolos frente a abusos o violencia, cada pequeño detalle revela hasta qué punto el deporte femenino sigue siendo frágil en derechos.

Mientras habla, Arantxa subraya un dato que, para muchos, resulta sorprendente: las deportistas de élite que representan a España en competiciones internacionales, en muchos casos, no cotizan a la Seguridad Social. Cuando cuelgan las botas, no tienen asegurada ni la pensión. Y mientras tanto, entrenan en instalaciones secundarias, en horarios que siempre parecen quedar para “lo que sobra”.

Las jugadoras saben todo de su deporte, pero muy poco de sus derechos”, insiste. Es ahí donde su asociación hace de puente, resolviendo dudas sobre contratos, licencias, permisos de maternidad o, simplemente, reclamando que las federaciones cumplan con lo que marca la ley. Lo más sorprendente y frustrante es que gran parte de las soluciones ya existen: están escritas en leyes y reglamentos, pero rara vez se aplican del todo. “No se trata de inventar nada nuevo, sino de que los protocolos se activen cuando toca y de que haya voluntad de cumplirlos”, resume.

En los últimos meses, UriaXait lanzó una aplicación que permite detectar puntos inseguros en entrenamientos y partidos. Mediante un formulario anónimo, las deportistas pueden describir situaciones de riesgo. Con esos datos, se elabora un mapa que debería servir de guía a clubes, federaciones e instalaciones para tomar medidas tan simples y necesarias como poner una bombilla o instalar una cortina que garantice intimidad. Pero la brecha va mucho más allá de la infraestructura. La formación sigue siendo una deuda pendiente. En muchos clubes pequeños, los responsables de igualdad o protección de menores son elegidos casi por descarte. “A veces ponen al que arregla las redes o cambia las bombillas. No es cuestión de buena voluntad, sino de formación real y de dotar a la gente de herramientas”, cuenta Arantxa, que prepara junto a la Universidad Carlos III un curso especializado para cubrir ese vacío.

Mientras tanto, el convenio colectivo del fútbol femenino avanza a trompicones. La patronal alega déficit económico, las jugadoras reclaman derechos laborales básicos y la negociación se vuelve eterna. Todo ello mientras la maternidad, los permisos y la conciliación familiar se convierten en terreno de lucha que, en otros sectores, ni se cuestiona. “En cualquier oficina o supermercado está claro, pero aquí parece que hay que empezar desde cero”. Pese a todo, Arantxa cree en la fuerza de los referentes. Futbolistas como Alexia Putellas se han convertido en espejo para muchas niñas que ahora sueñan con saltar a un campo profesional sin sentir que su esfuerzo vale menos. Pero para que haya referentes, primero hay que visibilizar logros que a menudo pasan de puntillas por los medios. “Si no se ve, no existe”, dice.

Cuando se le pregunta qué mensaje daría a quienes quieren dedicarse al deporte, Arantxa lo resume sin rodeos: “Es un mundo fascinante, pero duro. Para llegar, no basta con talento. Hace falta un equipo que respalde, que informe, que proteja. Nadie llega solo”. Quizás ahí esté la verdadera clave: construir redes que no solo celebren victorias, sino que también garanticen que cada entreno, cada partido y cada contrato se firme sabiendo que la ley no es un trofeo, sino un derecho.

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