jueves, abril 18, 2024

C. Tangana: El madrileño (discográfica: Sony Music)

Texto: Javier Cuenca

De vez en cuando aparecen en el panorama musical discos que por unos u otros motivos producen sorpresa, asombro, perplejidad incluso. Son discos que uno no se espera, que encierran algo extraño por el simple hecho de ser imprevisibles, pero que, a medida que se van escuchando, liberan toda su carga de originalidad y no queda más que admitir su osadía, su elevado nivel de provocación. Seguro que todos tenemos en la cabeza algunos de esos álbumes, y no hace demasiado tiempo que nos tropezábamos con «El mal querer«, de Rosalía, uno de esos discos transgresores a los que venimos aludiendo desde el comienzo de esta reseña.

C. Tangana se ha curtido desde sus inicios en las lides del trap, el reguetón y el hip hop, estilos que reivindica y asume sin el menor pudor, pero, según él mismo cuenta, había llegado un momento en el que le apetecía cambiar, dar una vuelta de tuerca y probarse en otros mimbres. De ahí, pues, nace este álbum lleno de audacia creativa, esta meditada provocación artística que hace bandera de la cultura popular y coquetea chulescamente con la rumba, la bossa nova, el bolero e incluso el pasodoble.

Podría el artífice de El madrileño haber corrido esta aventura en solitario, campando a sus anchas por los diferentes géneros, haciendo y deshaciendo a su antojo, pero ha preferido, con buen criterio y apuntándose un tanto más en la audacia que ha guiado sus pasos al pensar este disco, rodearse de una nómina de insignes colaboradores que, lejos de modas y disfraces, aportan lustre y redondean la jugada.

Así, el brasileño Toquinho contribuye a esa bossa nova deconstruida titulada «Comerte entera«, el puertorriqueño José Feliciano se apunta a esa declaración de principios que es Un veneno, el cubano Eliades Ochoa se arranca por el Pescaílla en Muriendo de envidia, Jorge Drexler ironiza sobre los vaivenes de la fama en Nominao, Kiko Veneno se lo pasa en grande en Los tontos, Andrés Calamaro está en todo lo suyo en Hong Kong, etcétera, etcétera, porque estas son solo algunas de las colaboraciones que pueblan este singular trabajo. Y, bueno, abuso del auto tune aparte, algunos excesos de producción por aquí y por allá, creo que vale la pena dedicarle unos minutos a este álbum lleno de irreverencia y desparpajo, y que, sin duda, suscitará controversia. Ahí queda eso.

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