viernes, septiembre 26, 2025

Cristina Pérez: “Estar callada y demostrarlo con actos en la pista”

Por Duaa Naciri Chraih

Cristina Pérez no creció soñando con ser jockey profesional. De niña le gustaban los caballos, pero no los veía como una meta. Montaba porque su madre la llevaba a clases y su padre, entrenador, formaba parte de ese paisaje natural de su infancia. Eran días de juego, de aprendizaje, de contacto con animales que le despertaban curiosidad pero no una ambición definida. Hasta que apareció Enrique Puente. En sus cuadras de Laredo, Cristina pasó de caballos de paseo a caballos de carreras, y ahí, sin darse cuenta, empezó a forjarse una vocación. Fue él quien la animó a sacarse la licencia de amazona. Años después, reconoce que aquel consejo fue el punto de inflexión.

A los 17 años ganó el Derby de Laredo, con los colores de Enrique. Todavía no se veía como profesional, pero aquella victoria fue un soplo de aire que la hizo empezar a creer que podía aspirar a algo más. Y aunque en ese momento no lo supiera, ese “algo más” le exigiría mucho más que talento: le pediría constancia, sacrificio y la capacidad de resistir cuando las cosas se pusieran difíciles.

El salto de las playas del Cantábrico a hipódromos como La Zarzuela fue duro. Allí la exigencia era otra. Más presión, más rivales, más ojos mirándote. Cristina pasó de un entorno amateur a competir contra jockeys profesionales. Y cuando parecía que empezaba a asentarse, llegó el golpe más fuerte: el 30 de agosto de 2024, en Sanlúcar, sufrió un grave accidente. Perdió el conocimiento y despertó en un hospital sin recordar lo ocurrido. Pasó casi dos semanas ingresada, primero en Cádiz y después en Madrid. La recuperación fue lenta, al principio apenas podía caminar. Hoy, un año después, no habla de ese episodio con dramatismo, sino con la serenidad de quien ha aprendido algo esencial: “El que quiere, puede. Mucha gente lo veía imposible, pero hay que trabajar tanto con el cuerpo como con la cabeza”. El instante en el que entendió que la verdadera fuerza no estaba solo en las piernas o en los brazos, sino en la voluntad de seguir adelante.

En el turf, Cristina ha tenido que demostrar más de una vez que una mujer puede ser tan fuerte como cualquier hombre. Ha ganado carreras con caballos que, después, fueron asignados a jockeys masculinos con el argumento de que “irían mejor con un chico”. En otro momento, eso habría encendido su indignación. Ahora, lo asume como parte de un terreno que aún está cambiando y elige combatirlo a su manera: “Mi consejo es no volverse loca, estar callada y ser humilde. Demostrar en la pista de lo que eres capaz”. Y así lo hace. No necesita gritar para hacerse escuchar; cada victoria es su forma de hablar. Cada llegada ajustada en la que aguanta el empuje final es un recordatorio silencioso de que las mujeres no son menos en fuerza, estrategia o determinación.

Su vida está marcada por rutinas duras. Trabaja de lunes a lunes, entrenando caballos por las mañanas y dedicando las tardes al gimnasio. En verano empieza a las cinco de la mañana; en invierno, a las siete. Las salidas nocturnas y la vida social habitual quedaron atrás. Pero no lo vive como un sacrificio, sino como una elección. Cuando necesita desconectar, se refugia en su tierra, en el norte, para estar con su familia. Y cuando no puede viajar, recurre a la música o a quedar con amigos ajenos al mundo ecuestre, para hablar de todo menos de caballos.

Su compromiso va más allá del deporte. Lleva el logo de la Fundación Cris contra el cáncer en su equipación, un gesto cargado de significado personal. En su familia han vivido de cerca la enfermedad, incluso con su madre, que logró superarla. Desde que decidió colaborar, ha recibido mensajes de personas que se han sentido representadas y agradecidas. Para Cristina, es la prueba de que un deportista puede ser algo más que sus resultados: también un altavoz para causas que importan. En lo deportivo, sus objetivos son claros. A corto plazo, seguir compitiendo, sumar victorias y, sobre todo, ganarse la confianza total de los entrenadores. Que, cuando le den un caballo, nadie dude de que lo hará bien. A largo plazo, sueña con participar y ganar grandes premios como el Gran Premio de Madrid, el Gran Premio de San Sebastián o la Copa de Oro. No solo por el título, sino por lo que significaría: la confirmación de que el silencio que ha mantenido fuera de la pista se ha convertido en un rugido dentro de ella.

Mirando atrás, Cristina reconoce que el turf le ha enseñado a estar sola, a no esperar regalos ni favores y a ser más selectiva con las personas en las que confía. Sabe que no siempre hay reconocimiento inmediato, que a veces hay que esperar, resistir y seguir trabajando hasta que la oportunidad llegue. Y cuando llegue, estar lista para no dejarla escapar. Porque su historia no es la de quien reclama su sitio con palabras, sino la de quien lo conquista con resultados. Y en un deporte donde aún hay quien duda de la fuerza femenina, ella demuestra que el mejor argumento es cruzar la meta antes que nadie.

Cristina Pérez habla poco, pero cuando lo hace, sus actos resuenan más que cualquier discurso. Porque en su mundo, estar callada y demostrarlo con actos en la pista no es solo una forma de competir: es una manera de vivir.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

logo-diario-mas-noticias
Recibe las  últimas noticias

Suscríbete a nuestra newsletter semanal

logo-diario-mas-noticias
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.