Por Javier Cuenca
Es conocido Ryan Coogler, sobre todo, por haber reflotado con buen tino la franquicia de “Rocky” (1976-2006), una saga que parecía ya más que amortizada e incluso finiquitada, y por haber despachado una solvente adaptación del cómic de “Black Panther” (2018) con posterior secuela. Se embarca ahora este realizador en una película ambiciosa por lo radical de su propuesta, en la que se dan la mano el cine gansteril y el de terror con una naturalidad que sorprende y descoloca a partes iguales.
“Los pecadores”
Dirección: Ryan Coogler
Intérpretes: Michael B. Jordan, Hailee Steinfeld, Miles Caton, Wunmi Mosaku, Delroy Lindo.
Género: Terror.
Duración: 137 minutos.
Ya se deja claro desde el principio que esta película no va a discurrir por cauces normales, aunque pueda parecer lo contrario. Se advierte en los primeros minutos de que existe una música tan auténtica que puede conjurar el mal, y debemos suponer por tanto que estamos ante una obra de naturaleza extraña, que van a suceder cosas insólitas. Poco después da la impresión de que estamos ante uno de esos filmes de gánsteres que nos resultan tan familiares: dos hermanos gemelos, interpretados por Michael B. Jordan, actor fetiche del realizador, regresan a su pueblo natal con la intención de empezar desde cero.
Son dos tipos que parecen haber ido por mal camino, de naturaleza violenta, cuyo objetivo ahora es abrir un bar donde suene buena música de blues y la gente se lo pase bien. Para ello cuentan con un aliado, su primo, que toca la guitarra y a quien fascinan esos sonidos. Todo parece ir como lo habían imaginado hasta que ese mal del que se alertaba al comienzo de la película hace su aparición para trastocarlo todo: unos misteriosos visitantes que quieren entrar al bar de los hermanos con intenciones poco halagüeñas.
“Los pecadores” es una obra interesante, escurridiza a ratos, que sorprende al tiempo que desconcierta. Tarda un poco en encontrar su camino, se toma su tiempo, y cuando lo hace da la impresión de que va a desbordarse, aunque siempre logra contener sus bríos. Si bien Coogler trata de enarbolar un discurso propio, uno no puede evitar pensar en títulos previos como “Abierto hasta el amanecer” (1996), de Rodríguez y Tarantino, aquel western vampírico de John Carpenter (1998), e incluso “Cruce de caminos” (1986),de Walter Hill.
Sea como fuere, “Los pecadores” juega sus cartas con honestidad, y sin ser memorable se deja ver si uno no pide demasiado, manteniéndose tenazmente en esa línea que separa lo digno de lo bizarro, mezclando géneros y logrando salir a flote. Coogler parece así dar un paso más en su trayectoria como cineasta, apostando fuerte con una obra ambiciosa que no defrauda, aunque tampoco deslumbra.