miércoles, abril 24, 2024

La Costa Azul Francesa, un destino con glamour

Redacción

La Costa Azul francesa es uno de los lugares más exclusivos y glamurosos de Europa y, en concreto, de Francia. A las bellas ciudades de Niza y Cannes se les suman los preciosos pueblos y paradisiacas playas que se distribuyen en estas tierras bañadas por el Mediterráneo. Su buen clima hace de este destino una opción ideal para todo el año, siendo incluso los meses del otoño y el invierno unas buenas épocas para visitar. A continuación, se detallan algunos de los lugares más destacados de la Costa Azul francesa y que no deben faltar en cualquier visita.

Muchos consideran a Niza como la capital de la Costa Azul y suele suponer la entrada para los viajeros que llegan en avión. Niza es una de las ciudades más interesantes de Francia y uno de sus elementos más destacados es su paseo marítimo, el Promenade des Anglais. Aunque no conviene perderse su centro, con preciosos lugares como la Plaza Massena o la Vieja Niza -con numerosas callejuelas, iglesias barrocas, mercados artesanales, la Catedral de Santa Reparata o el Palacio Lascaris-.

En Niza también cobra especial importancia la Promenade des Arts, lugar en el que se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo y Moderno, y la Colina del Castillo, desde donde se obtienen unas preciosas vistas y donde se puede ver uno de los cementerios más románticos de Europa.

Otra de las ciudades más conocidas de la Costa Azul es Cannes, conocida mundialmente por su famoso festival de cine. Cannes se alza como una de las paradas obligatorias de esta glamurosa zona francesa y para darse cuenta de ello simplemente hay que dar un paseo por la Promenade de la Croisette, una avenida que se sitúa junto al mar en la que se encuentran importantes hoteles de lujo, tiendas de diseñadores, joyerías y el teatro en el que se celebra el festival de Cannes.

Además, su barrio antiguo, Le Suquet, es otro punto fuerte de la ciudad. Es lo que mayor encanto le da a la ciudad, con sus empinadas calles que se levantan sobre una colina. No hay que olvidar el Museo de la Castre, donde están las ruinas del antiguo castillo medieval.

Hacia la parte interior de la Costa Azul se encuentra Grasse, conocida como la capital europea del perfume. Fue en esta localidad donde se ambientó la famosa novela de ‘El Perfume’ de Peter Suskind, que también fue llevada al cine. Su importancia radica en que en torno una cuarta parte de los perfumeristas de todo el mundo tienen su sede en Grasse. Algunas de estas perfumerías cuentan con museos y se pueden visitar, además de encontrarse el Museo Internacional del Perfume, donde se puede aprender de la tradición perfumera desde la antigüedad.

Para apreciar la esencia del lujo y del glamour hay que llegar a Saint-Tropez, un pueblo pesquero que ha pasado a ser uno de los lugares más ostentosos de la Riviera francesa. Esta localidad destaca por sus edificios con fachadas en tonos pastel, con un aire que puede inspirar a la vecina Italia, además de por la Ciudadela, desde donde se obtienen unas buenas vistas panorámicas, y el puerto deportivo, repleto de lujosos yates. Saint-Tropez también es un lugar base para visitar preciosas playas y calas en la zona, como Pampelonne, donde se rodó la famosa  ‘Y dios creó a la mujer’ en 1956.

Conocido por su puerto también es Antibes, que cuenta con el mayor puerto deportivo de Europa. En su bonito trazado medieval del casco antiguo destaca el Mercado Provenzal, uno de los más grandes del continente y en el que se puede disfrutar de la riqueza gastronómica de Francia. También cuenta con el Museo Picasso de Antibes, ubicado en el Castillo Grimaldi y en el que se encuentran las mejores colecciones de Picasso, ya que fue el lugar en el que tuvo uno de sus talleres. Aunque hay otras poblaciones que también merecen una visita, como Marsella, Menton o Villefranche, entre otras, conviene mencionar a las Islas Lérins, más o menos en frente de Cannes. Son un grupo de cinco islas, de las que solo dos están habitadas: la Isla Santa Margarita y la de San Honorato. Tienen un gran encanto natural y, además, han jugado importantes papeles a lo largo de la historia de Francia. Por ejemplo, la primera funcionó como prisión y la segunda fue habitada por los monjes cistercienses desde el siglo XII. En San Honorato se puede realizar una preciosa y tranquila ruta por sus viñedos hasta llegar a la Abadía de Lérins.

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