La evolución del concepto de «felicidad» a lo largo de la historia

Redacción

La búsqueda de la felicidad es, quizás, el motor más universal de la experiencia humana. Desde los albores de la civilización, filósofos, poetas y personas comunes han reflexionado sobre qué significa ser feliz y cómo alcanzar ese estado deseado. Sin embargo, el concepto de «felicidad» no ha sido estático; ha evolucionado drásticamente a lo largo de la historia, moldeado por las creencias religiosas, las estructuras sociales, los avances científicos y las condiciones económicas de cada época.

Adentrémonos en un fascinante viaje para descubrir qué significaba ser feliz en diferentes momentos de la historia y cómo nuestra búsqueda de este elusivo anhelo ha cambiado hasta el día de hoy.

La felicidad en la Antigüedad Clásica: Virtud y Eudaimonía

Para los pensadores de la Antigua Grecia, la felicidad (o eudaimonía) no era un mero estado de ánimo placentero, sino un florecimiento humano, una vida bien vivida, alcanzada a través de la virtud y la razón.

Aristóteles argumentaba que la eudaimonía era el «bien supremo» y el fin último de la vida humana. Se lograba a través del ejercicio de la razón y el desarrollo de las virtudes (justicia, coraje, templanza, sabiduría). No era una emoción pasajera, sino una actividad constante y un estado de excelencia moral e intelectual. Una persona feliz era aquella que actuaba virtuosamente y alcanzaba su máximo potencial.

Epicuro. Aunque a menudo malinterpretado, Epicuro defendía que la felicidad residía en la ataraxia (ausencia de turbación del alma) y la aponía (ausencia de dolor físico). Su filosofía no promovía el hedonismo desenfrenado, sino la búsqueda de placeres moderados, la amistad y la tranquilidad mental, evitando el dolor y las preocupaciones innecesarias.

Para los estoicos como Séneca o Epicteto, la felicidad se encontraba en vivir en armonía con la naturaleza y la razón, aceptando lo que no se puede cambiar y controlando las propias emociones y reacciones. La virtud era el único bien verdadero, y la felicidad era un subproducto de una vida racional y disciplinada.

En resumen, la felicidad en la antigüedad no era un sentimiento, sino una forma de vida, un logro moral y racional.

La Felicidad en la Edad Media: La Salvación Divina

Con el auge del cristianismo (y otras religiones monoteístas), el concepto de felicidad se desplazó del plano terrenal al plano espiritual y trascendente.

Felicidad Terrenal vs. Felicidad Eterna: La vida en la Tierra era vista como una prueba, un valle de lágrimas. La verdadera y duradera felicidad no se podía alcanzar plenamente en esta vida, sino en la vida después de la muerte, a través de la salvación y la unión con Dios.

Fe y Obediencia: La felicidad se vinculaba a la fe, la obediencia a los mandamientos divinos y la renuncia a los placeres mundanos excesivos. El sufrimiento en la vida terrenal podía ser visto incluso como un camino hacia la redención y la felicidad eterna.

Comunidad y Jerarquía: La felicidad individual estaba a menudo subordinada al bienestar de la comunidad y al orden divino y social establecido.

Para el hombre medieval, la esperanza de la bienaventuranza celestial era la máxima expresión de la felicidad.

La Felicidad en la Ilustración y la Revolución Industrial: Razón, Derechos y Progreso

El Renacimiento y, sobre todo, la Ilustración (siglos XVII y XVIII) trajeron un cambio radical, devolviendo la felicidad al ámbito terrenal y al individuo.

Derecho a la Felicidad: Pensadores como John Locke y Thomas Jefferson (en la Declaración de Independencia de EE. UU.) postularon que la búsqueda de la felicidad era un derecho inalienable del ser humano, no un privilegio.

Razón y Progreso: La felicidad se asociaba con el uso de la razón, la libertad individual, el conocimiento y el progreso social y científico. Se creía que, a través de la educación y la reforma, la sociedad podía mejorar y, con ella, la felicidad de sus ciudadanos.

Revolución Industrial (siglo XIX): La industrialización trajo la promesa de una vida mejor a través de la producción en masa y el acceso a más bienes. Sin embargo, también generó nuevas formas de miseria, desigualdad y alienación. La felicidad para muchos se convirtió en la búsqueda de la seguridad económica, la superación de la pobreza y la mejora de las condiciones de vida y trabajo. El consumo comenzó a vincularse, de forma incipiente, con la idea de bienestar.

La felicidad se democratizó en su aspiración, pero se complejizó en su consecución.

La Felicidad en el Siglo XX y XXI: Consumo, Bienestar y Autoconocimiento

Los siglos XX y XXI han visto una explosión de interpretaciones de la felicidad, influenciadas por la psicología, el marketing y la globalización.

Consumo y Materialismo: La sociedad de consumo ha vinculado fuertemente la felicidad a la adquisición de bienes materiales, el estatus social y la satisfacción instantánea. La publicidad nos bombardea con la idea de que la felicidad se compra.

Psicología Positiva: A partir de finales del siglo XX, la psicología comenzó a estudiar la felicidad de forma científica. Conceptos como el bienestar subjetivo, el flow, la resiliencia y el propósito de vida se convirtieron en temas centrales. La felicidad se ve como un estado que se puede cultivar a través de prácticas conscientes y el desarrollo personal.

Individualismo y Autenticidad: La felicidad se ha vuelto una búsqueda altamente individualizada, ligada a la autoexpresión, la realización personal y la autenticidad. La «felicidad» es lo que cada uno define para sí mismo.

Conexión y Propósito: A pesar del materialismo, muchas corrientes actuales enfatizan la importancia de las conexiones sociales, el sentido de comunidad, el altruismo y tener un propósito más allá de uno mismo como pilares de una felicidad duradera.

La Búsqueda Continúa

Desde la virtud griega hasta el bienestar subjetivo moderno, el concepto de felicidad ha sido un espejo de los valores y las preocupaciones de cada época. Aunque las definiciones han cambiado, el anhelo subyacente de una vida plena y satisfactoria permanece constante.

Hoy, la búsqueda de la felicidad es una mezcla compleja de aspiraciones materiales, bienestar psicológico, conexiones humanas y un propósito personal. Quizás, al comprender cómo nuestros antepasados persiguieron este elusivo estado, podamos encontrar nuevas perspectivas para nuestra propia búsqueda en el siglo XXI.

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