Susana Palancares Morata
En estos tiempos de pandemia. Vivo de las rentas, recordando los viajes realizados en los últimos años, ayudada por los recuerdos que nos trae las fotos archivadas, mientras llegan tiempos mejores, y los viajes a otros países vuelvan a nuestras vidas.
La casualidad me llevó a Lituania, me animó una amiga a visitarla, ya que impartía unos cursos en la universidad ciudad de Vilna, preparé todo sobre la marcha, ya que su estancia acababa en una 10 días, y fue seguramente esto, lo que hizo que el destino me sorprendiera más, al no haber creado una expectativa previa, y es que la estancia fue acompañada de un tiempo muy agradable aún tratándose de un mes de octubre. Reservé en un hotel situado en un antiguo convento, dentro de la zona amurallada de la ciudad, cerca de la Puerta Aurora, la antigua ciudad estaba rodeada de una muralla, siendo esta puerta la única que queda hoy en día. La tranquilidad del hotel se interrumpía por el sonido de las campanas. Son las iglesias, católicas y ortodoxas abundantes en la ciudad de Vilna, las sinagogas desaparecieron en la invasión nazi, restando solo una en toda la ciudad, Choral Sinagoge.
Me puse en marcha una vez instalada para tomar contacto con la ciudad, y cambiar moneda , puesto que hasta el 31 de diciembre de ese año, la Lita seguía siendo su moneda oficial. Con las breves explicaciones de la recepcionista del hotel , conseguí llegar a la oficina de turismo, dentro del edificio del ayuntamiento, el mapa clásico a papel me ayudó a ubicarme y además allí mismo contraté una excursión a Trakai para el día siguiente. Es muy fácil recorrer el centro, la calle principal te hace ubicarte rápido, Pilies Gatve, donde encontrarás muchos restaurantes y tiendas, hay un restaurante, el más típico, por que la verdad que la mayoría son los que podemos encontrar en otras ciudades, dónde se puede probar platos lituanos como la sopa de remolacha, o un pastel de patata rellena de carne, llamada Kibinai, también es típico el pan frito y las empanadillas, hay otros platos como el Kugelis que son verduras al horno con nata agria, y la cerveza local también merece un buen brindis. Las calles me recordaron al vecino país de Polonia, fue averiguando que la historia les unió durante bastantes años. En la zona antigua está la torre de Gediminas donde desde las alturas puedes recrear tu la visión de la ciudad, la parte antigua y la nueva, separada por el río Neris, recorrí el tramo hasta la plaza de su Catedral y en días sucesivos, pude visitar también La Iglesia de Santa Ana, la universidad de Vilna, y el curioso barrio bohemio de Uzupis, con sus propias leyes y moneda, la Iglesia de San Pedro y San Pablo, incluso asistir en su Teatro Real a una Ópera ( curiosamente era el Barbero de Sevilla), encontrar una discoteca de ambiente salsero llamada el Pavo Latino, ver letreros curiosos y tratar de aprender alguna palabra en Lituano como decir los buenos días, Labas Rytas, gracias a Dekoju o los baños que son las Tualetas. Sus gentes son bastante amables y muchos entienden y hablan inglés.
Trakai la visité en excursión organizada en inglés, seguí bien el ritmo de las explicaciones de nuestra guía. Esta fue la antigua capital de Lituania se encuentra situada en un lago, en su remodelado castillo su exposición nos ayudó a sumergirnos en la historia del país , desde los antiguos asentamientos hasta los últimos reyes y el cambio de capital, la Vilna. Es recomendable e interesante su visita.
El fin de semana decidimos viajar a conocer algo más, descartamos Kaunas a mi pesar, puesto que mi acompañante ya la había visitado, pero me sorprendió gratamente la zona del mar Báltico, no tan conocida para los turistas del sur de Europa. Nos desplazamos en tren hasta Klaipeda donde habíamos reservado el hotel , el viaje aunque algo largo tuvo sus anécdotas. Al tratarse de un tren algo antiguo con compartimentos repletos de asientos fabricados en escay, con la posibilidad de convertirse en coche-cama que se podrían adaptar y hacerse coche-cama, como los que tenemos nosotros en España, expuestos en el Museo del Ferrocarril . Madrugando, tomamos un ferry hasta Nida, Istmo de Curlandia. Visitamos el parque natural de las Dunas, la Duna de Parnidis, considerado por la Unesco Patrimonio Natural y pasear por ellas fue todo un descubrimiento así como ver su reloj de Sol, desde allí visualizas la cercana Rusia. También encuentras algún vendedor de objetos realizados con ámbar y es que hay muchísima variedad en esta zona, como se puede ver en su museo. El entorno de casas de madera y restaurantes debe de estar muy animado en Verano, no en la época que lo visitamos. Klaipeda, al ser puerto de lituana, si tenía algo más de movimiento y el recorrido por su curiosas calles del centro, también merecen la pena.
Fue un viaje casual ,no planeado. Intenso en recorrido, mucho aprendizaje . Vivencias únicas y divertidas. Lituania me sorprendió muy gratamente y ha dejado en mi memoria un bonito recuerdo.
Susana Palancares Morata