lunes, abril 29, 2024

Morosidad y magisterio

Por Javier Cuenca

Siempre he sostenido que existen dos Martin Scorsese: uno de pulso nervioso, adrenalínico, cuyo ejemplo más acertado sería la magnífica aunque un tanto irregular “Uno de los nuestros” (1990); y otro más reflexivo y pausado, con títulos como la magistral “Taxi Driver” (1976) o la más reciente “Silencio” (2016). Prefiero al segundo y abomino de filmes saludados por la crítica y cierto sector del público como la videoclipera “Infiltrados” (2006) o la desquiciada y fatigosa “El lobo de Wall Street” (2013).

Los asesinos de la luna

Dirección: Martin Scorsese

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Robert De Niro, Lily Gladstone, Jesse Plemons, Scott Shepherd.

Género: Thriller.

Duración: 206 minutos.

Nunca me he sentido arredrado ante las películas de duración extensa, si bien esta querencia que parece existir en la actualidad por alargar el metraje ha servido también, no nos engañemos, para juntar el oro y la paja y colarnos de rondón algunas obras ciertamente discutibles. De ahí mis iniciales reservas ante las tres horas y media de la nueva película de Martin Scorsese, quien por otro lado nunca se ha cortado un pelo si ha tenido que echarle minutos a la cosa.

Inspirándose en la novela de David Grann, que desconozco, y basándose en hechos reales, Scorsese y su coguionista narran aquí los asesinatos de indios Ossage perpetrados en la Oklahoma de los años 20 del pasado siglo, con el objetivo de apoderarse del petróleo que aquellos poseían. Unos sucesos escalofriantes que el realizador aborda sin premura, empleando quizá un metraje excesivo, de acuerdo, pero en el que cada plano, cada secuencia, adquieren todo su sentido y funcionan perfectamente en el engranaje de un filme sinuoso e inquietante.

Scorsese logra producirme incomodidad a ratos ante los tremendos hechos que narra, y la grata sensación de encontrarme ante una película de grandes pretensiones e irreprochable factura. “Los asesinos de la luna” es un filme de cocción lenta, meditada, donde el autor de “Uno de los nuestros” se toma su tiempo hasta el punto de dilatar el metraje algo más de lo necesario, pero dando la sensación de que tal decisión se justifica por la magnitud del relato que quiere abordar.

Para ello Scorsese vuelve a contar con dos de sus cómplices más recurrentes: un Leonardo DiCaprio pantanoso, turbulento, rozando el exceso en una interpretación al borde del vértigo; y un Robert De Niro sobrio, contenido, encarnando a uno de los villanos más envilecidos de su carrera. Ambos actores se entregan sin reservas a un duelo interpretativo de primera magnitud, midiendo sus armas con la temeridad de quienes se saben absolutos vencedores. Muy buena.

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