Tame Impala y Kevin Parker: el solista que reinventó el sonido de una generación

Por José Agustín Solís

En una época marcada por la sobreproducción musical y las colaboraciones masivas, Kevin Parker eligió el camino más solitario y puro: crear solo. Así nació Tame Impala, un proyecto que, pese a sonar como una banda de rock psicodélico, es en realidad el alter ego musical de Parker, un multi instrumentista australiano que ha compuesto, grabado y producido cada una de sus canciones en soledad. Lo que comenzó como un experimento casero en Perth en 2007, hoy es una de las referencias más influyentes del pop alternativo del siglo XXI.

Desde el primer momento, Tame Impala rompió esquemas. A pesar de que en vivo se rodea de músicos como Dominic Simper, Jay Watson o Julien Barbagallo, Parker ha dejado claro en múltiples entrevistas que él es el único cerebro detrás de la música. «Para todos los efectos, soy un artista solista», ha repetido. Y esa autonomía creativa le ha permitido moldear su sonido como una paleta de colores mentales: reverbs densos, sintetizadores oníricos, distorsiones análogas, riffs flotantes y letras introspectivas.

Su debut con el EP homónimo en 2008 ya prometía una propuesta distinta. Temas como «Half Full Glass of Wine» y «Desire Be, Desire Go» captaron la atención de la escena indie australiana. Pero fue con Innerspeaker (2010), su primer álbum de estudio, que Parker dio un paso adelante. Grabado casi todo por él, el disco fue un baño de psicodelia moderna con reminiscencias de los 60, aplaudido por la crítica y con éxito comercial. Fue disco de oro en Australia y puso a Tame Impala en el mapa global.

En 2012 llegó Lonerism, un disco aún más personal y experimental. Parker lo compuso en su mayoría en casa, y lo mezcló junto al productor Dave Fridmann. Su portada, tomada en los Jardines de Luxemburgo en París, refleja la temática del álbum: la soledad, el aislamiento, la introspección. El sencillo «Feels Like We Only Go Backwards» se convirtió en un himno generacional, y el tema «Elephant» demostró su capacidad para mezclar el rock con groove setentero.

El álbum fue nominado al Grammy al Mejor Álbum de Música Alternativa y elegido como el mejor del año por revistas como NME y Rolling Stone. El mundo ya no podía ignorar a Kevin Parker.

El punto de inflexión llegó en 2015 con Currents. Tame Impala abandonó las guitarras como protagonistas y abrazó definitivamente los sintetizadores. Parker, que ya había expresado su interés por una producción más minimalista, lanzó canciones como «Let It Happen», una epopeya de siete minutos donde psicodelia, electrónica y pop se funden en una sola pieza. Le siguieron joyas como «Eventually», «Disciples» y la ya icónica «The Less I Know the Better», convertida en el himno indiscutible del proyecto.

Esta última fue elegida como la mejor canción de la década en Australia, y es, hasta hoy, su tema más popular. Con Currents, Parker demostró que se podía evolucionar sin perder esencia. El disco ganó varios premios ARIA y consolidó a Tame Impala como uno de los nombres más grandes de la música alternativa mundial.

Aunque Tame Impala es una creación solitaria en estudio, sus conciertos son una experiencia audiovisual colectiva. En escenarios como Coachella, Glastonbury o Lollapalooza, la banda en vivo convierte cada espectáculo en una odisea sensorial, con luces, visuales psicodélicas y versiones extendidas de sus temas. Esta dualidad entre lo íntimo y lo masivo es parte del encanto de Parker.

Además, su música ha trascendido la industria tradicional. «Is It True», una de las canciones de The Slow Rush (2020), fue parte de la banda sonora del videojuego FIFA 21, exponiéndolo a un público aún más amplio. Otros artistas como Rihanna, Kanye West y The Weeknd han colaborado con él o versionado su obra. De hecho, Parker produjo y cantó en el tema «Repeat After Me (Interlude)» del álbum After Hours de The Weeknd.

En 2020, justo antes de la pandemia, Tame Impala lanzó The Slow Rush. El álbum, compuesto por 12 canciones grabadas entre Los Ángeles y Fremantle, su ciudad natal, explora el paso del tiempo, el miedo a perderlo y la reconciliación con el cambio. Canciones como «Posthumous Forgiveness» y «Borderline» muestran a un Parker más reflexivo, aunque igual de innovador en lo sonoro.

El disco ganó cinco premios ARIA, incluyendo Álbum del Año y Mejor Grupo. Para muchos, representa la madurez definitiva de Tame Impala, una obra que abraza el presente sin renunciar a la nostalgia.

Kevin Parker no se detiene. Recientemente lanzó un sintetizador propio, The Orchid, a través de su marca Telepathic Instruments. Se trata de un generador de acordes portátil, pensado para que cualquier persona pueda experimentar con sonidos, sin importar su experiencia musical. Su precio ronda los 549 dólares, y ya hay una comunidad online construida en torno a este invento.

La creación de este instrumento refleja su inquietud constante. Más allá de ser un músico, Parker es un inventor, un productor, un artesano del sonido. Su objetivo no es solo crear hits, sino también herramientas que inspiren a otros.

Después de años de nominaciones, Parker ganó su primer Grammy en 2025 por la colaboración «Neverender» junto a Justice, incluida en la banda sonora de FC 25. El premio a Mejor Grabación de Música Electrónica/Dance fue un reconocimiento tardío, pero merecido, para un artista que ha marcado la música de toda una generación.

Josh Terry, periodista de Vice, lo resumió perfectamente al decir que Parker fue quien mejor capturó la polinización de géneros en la década de 2010. Su música, hecha en solitario, pero pensada para miles, logra conectar con personas en festivales masivos y también con quien escucha solo, en la habitación.

Las letras de Parker, ambiguas, pero emocionalmente potentes, reflejan una era donde muchos se sienten desconectados. Y, sin embargo, en canciones como «Let It Happen» o «Feels Like We Only Go Backwards», hay una invitación al viaje interior, al trance compartido.

Hoy, Parker sigue creando. Se habla de nueva música, de más colaboraciones y de posibles giras. Pero incluso si no lanzara más discos, su legado ya está escrito. Lo logró con sintetizadores, con reverbs, con delays, con sensibilidad y control absoluto. Lo hizo todo solo, pero nunca sonó solo.

Tame Impala no es una banda. Es una visión. Es Kevin Parker. Y su música seguirá flotando en los altavoces de quienes, entre la nostalgia y el futuro, aún buscan belleza en medio del ruido.

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