Sandra Cuenca
Ir a Escocia ha sido uno de los mejores lugares a los que he viajado en toda mi vida, descubrí un país que jamás imaginé me sorprendería tanto. Fui con mi marido, que por aquel entonces aún éramos novios, nos casamos al mes siguiente y como iba a ser complicado hacer el viaje de Luna de Miel, decidimos irnos de viaje antes. Así que cogimos una ruta para recorrer el país, alquilamos un coche para poder estar un poco a nuestro aire y nos alojamos en los mejores hoteles, quisiéramos o no, era nuestro viaje de novios.
No puedo contaros todo lo que vimos durante esos diez días, no acabaría de escribir… así que os invito a recordar los sitios que de verdad merecieron la pena.
Lo primero que visitamos fue Edimburgo, una ciudad mágica con su propia luz y sonido. Es una ciudad maravillosa, una ciudad muy viva y con un montón de cosas que ver. Su castillo, situado en un cerro rocoso, donde desde sus almenas las vistas son como postales, su famoso One O`Clock Gun, un reluciente cañón de la segunda guerra mundial, que se dispara una vez al día para los turistas. El National War Museum of Scotland dedicado a la historia militar de Escocia. En la parte más alta de Castle Rock se encuentra la diminuta St.Margaret Chapel, que es el edificio más antiguo de Edimburgo que se conserva. Es paseo recomendado la Royal Mile que se divide en cuatro tramos cuyos nombres reflejan sus orígenes historícos: Castlehill, Lawn-market, High st y Canongate.
Stirling me sorprendió bastante. Mi marido quería ver el Wallace Monument, así que subimos. Está a las afueras y merece la pena porque desde allí se disfruta de una panorámica completa de la ciudad y el río Forth. El castillo de Stirling es una de las fortalezas más fascinantes de Escocia, dar un paseo por la Old Town y comer en algún restaurante de las calles del centro.
No puedo olvidarme de Oban, situado en la costa occidental y que es el puerto de entrada a las islas Hébridas. No podéis iros sin probar el marisco en el puerto, es un pueblo pequeñito pero con una bahía bulliciosa por la que pasear se convierte en un gran paseo. Si os apetece y teneis tiempo, podéis subir a ver McCaig`s Tower, una especie de anfiteatro en lo alto del pueblo, que no es más que un esqueleto de piedra con decenas de arcos que se quedó sin terminar, pero de nuevo, las vistas de Oban y la bahía desde ahí son espectaculares.
Nada te prepara para ver la magnitud de Glencoe…La mirada no te da para barrer toda su extensión. Sus montañas, formadas hace siglos por glaciales de hielo y explosiones volcánicas, tienen mil tonalidades de verde. Lo cruza la carretera A-82 y hay zonas para parar, ver y fotografiar el paisaje a cada kilómetro.
Si eres fans de la saga Harry Potter debes ver el Acueducto de Glenfinnan, gran reclamo para turistas. Se puede ver pasar el tren Jacobita y visitar el monumento que se erige a las orillas de Loch Shiel.
¿Qué sería de Escocia sin su Lago Ness? el más famoso del planeta gracias a la leyenda del monstruo que lo habita, Nessie. Se extiende a lo largo de 37 kilómetros y merece la pena subirse en un barco y navegar por las zonas en las que el lago es navegable. No os olvidéis entrar en alguna tienda de souvenirs y llevaros un pequeño Nessie de recuerdo.
Eilean Donan Castle, anclado en la confluencia de tres lochs y con una pasarela de piedra que conecta a la tierra, lugar indescriptible y que forma una imagen tan bucólica que querrás fotografiarla desde todos sus ángulos.
Y para terminar contaros mi parte favorita del viaje, que fue conducir (y por la izquierda) a través de Neist Point, en la isla de Skye. Conocido como «el fin del mundo escoces» es un lugar en el que circulas por carreteras de un solo carril y esquivando ovejas. Una isla solitaria y dificil de olvidar. Los acantilados son de cuento y me alegro que el GPS del coche nos llevara hasta uno de ellos, tuvimos que frenar, ya que la carretera terminaba y el aparato seguía diciéndonos que continuáramos….Volveré a Escocia.