viernes, septiembre 26, 2025

Eva Millares: “El remo es bienestar, desconexión y amistad. Es parte de mi vida”

Por Duaa Naciri Chraih

El remo no llegó a la vida de Eva Millares como un sueño de infancia ni como un objetivo marcado desde joven. Fue más bien una coincidencia, un empujón casual. Durante años había practicado piragüismo en aguas bravas, un deporte exigente que requiere plena confianza en uno mismo. Justo antes de la pandemia, una amiga le habló de un grupo de mujeres que remaban en el club Arraun Lagunak, en Donosti. Le propuso probar. Eva aceptó. Se inscribió el 1 de marzo de 2020. Dos semanas después, el confinamiento la dejó en casa, sin bote y sin agua. El parón pudo haber truncado el inicio de su aventura, pero ocurrió lo contrario: cuando se levantaron las restricciones,Miralles se reencontró con el remo y decidió quedarse. “El club estaba en mi ciudad y podía ir a entrenar. El grupo era muy chulo y empecé a engancharme”. Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en parte de su vida.

Sus primeras regatas fueron en esquife, un bote individual que no perdona errores. “Lo que haces, lo haces bien o lo haces mal, y eres tú sola. No puedes echarle la culpa a nadie. Eso me hizo aprender muchísimo”. La exigencia técnica le dio una base sólida, aunque también pasó por dobles y por la experiencia de remar en trainera, con trece personas más y un patrón. Allí descubrió otra cara del deporte: la importancia absoluta del sincronismo. “El remo es, sobre todo, compañerismo. Siempre necesitas ayuda: para mover el bote, para entrenar, para competir. No es un deporte individual, aunque estés en un esquife. Siempre hay alguien alrededor”. Esa sensación de apoyo mutuo fue clave. “Incluso siendo nueva, los veteranos te ayudan. Te dicen: tranquila, esto se aprende. Y te acompañan en el proceso”.

La comunidad del remo femenino, aunque pequeña, también ha dejado huella en su vida. “Somos pocas, nos acabamos conociendo todas. En campeonatos de España o en mundiales de veteranas, siempre coincidimos. Al final no es solo competir: es encontrarte con la gente, reencontrarte con amigas del agua”.

Hoy, Eva estructura su semana con tres entrenamientos. En invierno, ergómetro, pesas y trabajo de core en el gimnasio. En verano, horas en el agua, aprovechando la luz y las mareas. “El remo no es como salir a correr. Solo preparar el bote ya lleva media hora. Y mínimo le tienes que dedicar dos horas. No es ponerte las zapatillas y salir de casa”.

La disciplina, sin embargo, no pesa. Eva tiene un trabajo solo de mañanas y sus hijos ya son mayores. “Ahora tengo tiempo libre para dedicárselo. Hace diez años, con los niños pequeños, era imposible. Hoy, en cambio, lo tengo bien organizado. El remo encaja perfectamente en mi vida”. El entrenamiento cambia según la temporada y los objetivos. Para regatas largas, sesiones de resistencia; para las cortas, series explosivas que ponen a prueba el cuerpo. Y en todo momento, la técnica. “Desde que empiezas hasta que consigues remar decentemente puede pasar un año o dos. Y aún hoy seguimos aprendiendo”.

Eva mide metro y medio escaso y pesa muy poco. En un deporte donde la palanca corporal importa, lo físico puede ser un límite. “No es lo mismo alguien de metro setenta que yo. Tengo que compensar con técnica lo que me falta en fuerza”. Lo dice sin dramatismo, más bien como una certeza asumida. La clave, repite, es entrenar y no rendirse. La técnica tampoco es sencilla. Mantener el bote en equilibrio, coordinarse con más personas, dominar diferentes tipos de embarcaciones: todo exige paciencia. “No es tan fácil como parece. Pero lo bonito es que nunca dejas de aprender”.

Eva Millares ha conseguido medallas, como algunos bronces en campeonatos provinciales. Pero no lo vive como un triunfo absoluto. “A veces con solo participar ya consigues medalla porque somos pocas. Me gustaría que hubiera más mujeres compitiendo, más rivalidad. Eso lo haría más interesante”. Las competiciones, para ella, son una excusa para entrenar y un lugar de encuentro. Los mundiales, las regatas de Sevilla, los torneos de veteranos o las nuevas pruebas de larga distancia en Francia o Londres son metas que la ilusionan, pero no la obsesionan. “Lo importante es disfrutar, remar y estar con la gente”.

Lo que realmente la engancha está más allá de las medallas: el bienestar. “Me gusta el sonido del bote cuando roza el agua, cuando entra el remo. Es puro bienestar. Me sienta bien, me da tranquilidad, me desahoga”. El remo es para ella un refugio emocional. “Si tengo problemas, me subo al bote, remo y se me van. Es desconexión total. Una forma de expresión”. El deporte, asegura, le ha dado organización, tolerancia, disciplina y, sobre todo, amistades. “He hecho amigos que sé que conservaré aunque un día no rememos. Es una comunidad que se queda”.

Eva no hace planes a largo plazo. El remo le ha enseñado que todo cambia con las mareas y el tiempo. “Siempre surgen regatas, a veces planeas algo y nunca sale, y otras veces mañana estás allí. Vamos un poco a salto de mata, pero eso también tiene su encanto”. Su meta real es sencilla: seguir remando mientras la salud lo permita. “Mientras pueda, quiero estar en el agua. Porque para mí remar no es solo deporte, es bienestar físico y psíquico, es naturaleza, es amistad. Es, en definitiva, una forma de vida”.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

logo-diario-mas-noticias
Recibe las  últimas noticias

Suscríbete a nuestra newsletter semanal

logo-diario-mas-noticias
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.