Texto y fotos: Daniela Saavedra Núñez
Yéndonos un poco más lejos del continente europeo, podemos encontrar destinos que te marcan, que se vuelven una parte de ti y jamás te cansarás de ellos, en mi caso es el Salar de Uyuni. Este es un lugar en el que te sientes como si estuvieras caminando por las nubes e incluso tocando el cielo.
Este increíble lugar se encuentra en el suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí. Es el desierto de sal más grande del mundo, es tan extenso que puede verse desde el espacio. Su existencia se debe a que un lago se secó, dejando este paisaje desértico de 11,000 km cuadrados de sal blanca brillante. Dentro del desierto podemos encontrar formaciones recosas e islas.
El viaje es mejor comenzarlo por la ciudad de Uyuni, a la que se puede llegar en avión, autobús o tren. Si se elige la opción del tren hay que cogerlo desde la ciudad de Oruro. Dependiendo de la hora a la que se llegue a Uyuni se podría hacer noche, ya que el viaje al salar se debe comenzar muy temprano.
Nosotros empezamos el viaje a las siete de la mañana, con nuestras mochilas listas y con mucha energía. En la camioneta que viajábamos, aparte del chofer, iban otras cinco compañeras y yo. Nuestra travesía solo era de un día en el Salar y dos en Uyuni, ya que era un viaje con el colegio. Pero este es un viaje que se puede hacer en tres días, quedándose en el Salar de Uyuni y así poder vivir otras experiencias, como por ejemplo, dormir en un hotel con su cama de sal.
Nuestra primera parada fue a unos quince minutos de la ciudad de Uyuni, donde nos encontramos con el Cementerio de trenes. Este sitio se llama así porque podemos encontrar varios trenes antiguos y oxidados, ya que esta fue la primera línea de ferrocarril de Bolivia. Comunicaba Uyuni con Antofagasta en 1890, dentro de esos vagones se cargaba oro, plata y estaño entre otros minerales, pero su servicio terminó debido a la guerra contra Chile por el acceso al mar.
Llegamos a Chocani, donde las personas de allí nos explicaron sobre los bloques de sal y sobre algunas leyendas de la creación de este maravilloso paisaje, para después continuar hacia el Salar de Uyuni. Dentro del desierto se encuentra el primer hotel de sal, donde literalmente todo es de sal, desde el suelo hasta las mesas, actualmente nadie se puede hospedar ahí, pero si hay otras opciones. Y justo, en la misma zona, podemos encontrar el monumento de sal dedicado al Dakar y al conjunto de banderas de todos los países del mundo.
Unos minutos después tras hacer muchas fotografías, nos dirigimos a la Isla Incahuasi, que es una isla repleta de cactus gigantes. Se encuentran a 3.680 metros sobre el nivel del mar y toda el área está formada por rocas de origen volcánico. Estos cactus son ejemplares con muchos años, ya que, ese tipo de cactus crece un centímetro al año, por lo que se necesitan cien años para crecer un metro.
Una vez terminamos de comer nos adentramos más en el salar, donde nos hicimos todas las fotografías que pudimos y donde puedes usar toda tu creatividad. Tuvimos la oportunidad de ver el atardecer, y antes de que anocheciera pusimos rumbo a Uyuni.
Sin duda este es un lugar que te deja sin palabras, ya que, con ellas no se puede explicar lo increíble y majestuoso que es. Puede que sea un viaje un poco agotador, pero puedo asegurar que vale la pena.